jueves, 27 de junio de 2013

Julio literario

Tengo el placer de invitarles a acompañarme en las actividades literarias que tendremos en el próximo mes de julio en la ciudad de México y en Miami. A continuación les adjunto las respectivas invitaciones.













lunes, 17 de junio de 2013

Oh balancê balancê

Extrañas luces se observaron en el cielo de la ciudad durante el temblor;
en esta foto lo captado desde las cámaras de un hotel de Polanco



Pasaba de la medianoche. Django estaba desencadenado en la pantalla y Patty dormitaba cuando empecé a percibir una sensación extraña, como si alguien que estuviera sentado en el sofá tiritara. Automáticamente miré la lámpara colgante del comedor, que es nuestro sismógrafo familiar; no había desplazamiento. Observé a Patty; tampoco se movía y sin embargo, aquel tremor continuaba. Me revisé a mí misma, considerando que tal vez tuviera algún tic involuntario. Nada. En una fracción de segundo pensé: ¿no es demasiada confiancita que los espíritus de esta casa se acomoden junto a uno en el sofá?, al tiempo que volví a dirigir la vista hacia la lámpara, que entonces ya bailaba como poseída. “Está temblando”, le dije a Patty justo en el instante en que se sintió el primer jalón, el paso de trepidatorio a oscilatorio. “Y muy fuerte”, agregué mientras corría hacia la mesa donde siempre están a mano las llaves y el celular por esta misma razón, porque en esta ciudad, en cualquier momento empieza a temblar.
Me señaló la danza de las plantas y las antenas de la tele y corrió a buscar un pantalón. “¿Ves por qué siempre te digo que aquí no se puede andar en calzones?” No sé si lo pensé, si quise decirlo, si lo dije, porque en ese momento empezó a parpadear la luz y lo que sí dije fue: “Van a cortar la electricidad” mientras corría al baño, donde había visto la linterna de mano.
Salí al pasillo. Las puertas de los vecinos empezaban a abrirse violentamente y se escuchaban sus voces alteradas y sus gritos. Me pareció que ya se había detenido, creo que incluso lo expresé, pero otro jalón me hizo reconsiderarlo. Bajé la escalera y al llegar a la planta baja iba saliendo de su casa la vecina del 1, evidentemente arrancada de su sueño. Le dije: “Ya paró”, creo que más por tranquilizarla. Abrí el portón y salí a la calle. No había electricidad, pero la iluminación interior del edificio nos permitía ver el poste del semáforo subiendo y bajando como cachumbambé. Los cables eran una cuerda de saltar, de ésas a las que en Cuba llamamos suiza. Le marqué a Dora, pero los celulares ya estaban bloqueados. La tierra ya no se movía pero persistía el tembleque de la adrenalina en las piernas y el estómago. Desde abajo, a través de las ventanas, se veía la lámpara del comedor, todavía en pleno frenesí.

Estuvimos en silencio un par de minutos, hasta que algunos comenzaron a regresar a sus hogares. Empezamos a reírnos con los vecinos del 10, que llevaban cargadas a sus dos perritas, de las fachas en las que salimos cuando tiembla, especialmente si es de madrugada. El susto había pasado. Al entrar al departamento, salía la canción de Django desde el televisor. También se escuchaba el ulular de las sirenas a lo lejos. “¡Qué buen festejo de la Madre Tierra por el Día de los Padres!”, bromeé, “lo que se dice una sorpresa”.



En este video se ven las luces que captaron las cámaras 
de la Torre Latinoamericana durante el sismo